Salió a trabajar como cada mañana, esta vez un poco más temprano por lo que aprovechó para ir andando en lugar de coger el autobús. El día estaba nublado aunque no llovía, pero hacía una neblina que daba una intensa sensación de
humedad.
Se ató la txamarra y se ajustó el foulard al cuello mientras repasaba en su mente las cosas que tenía pendientes y que
tenía que ir despachando si quería irse a disfrutar de esas pequeñas pero tan merecidas vacaciones.
Eso evidentemente le llevó a pensar en él. Hacía mucho que no hablaban y ella seguía esperando pacientemente a tener noticias suyas.
Estaba teniendo una lucha interna entre lo que le decía su cabeza y lo que le decía su corazón.
Por un lado ella siempre había
confiado en él y cuando le contó lo de sus problemas y que necesitaba solucionarlos antes de seguir
adelante, lo entendió perfectamente y se hizo a un lado.
Pero le echaba muchísimo de menos y
además él se había convertido en su mayor apoyo...apoyo que ahora necesitaba más que nunca.
Eso sumado a que no había contestado a sus mensajes le habían tentado más de una vez a desistir
en el empeño.
Pero su corazón le decía una y otra vez que no, que esperase, que todo tenía una explicación y su
paciencia y su esfuerzo tendrían su recompensa.
Igual era tonta pero al final siempre terminaba por hacerle caso, se armaba de paciencia y mandaba
un whatsapp esperando con toda su alma que ese fuera el que obtuviera la tan esperada contestación.
Se estaba acercando al último semáforo antes de llegar al trabajo y aceleró el paso para que no se le
pusiera en rojo.
Terminó de mandar el mensaje con un beso y un te quiero de despedida y recordó
algo que había leído en un libro de Og Mandino: “Aquel que no ha fracasado nunca, es que no ha
intentado nada”...
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