Eran simplemente dos personas. Un hombre y una mujer que no se conocían. Cada uno vivía su vida sin saber de la existencia del otro y los dos eran a su manera felices.
Ambos tenían a alguien importante en su mapa sentimental...alguien a quien habían prometido fidelidad, amor eterno y estar juntos para lo bueno y lo malo, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte los
separase.
Pero el destino quiso un día que sus caminos se cruzasen. Se
conocieron...y se cayeron bien. Hablaron en bastantes ocasiones...y
conectaron. Siguieron conociéndose cada vez más...y se gustaron.
Comenzaron a sentir...y se dejaron llevar.
Pasaron los días y cada vez se sentían más a gusto el uno con el
otro...cada vez eran más amigos...más cómplices...más amantes...
Y siguieron hablando y dejándose llevar...e hicieron un pacto...Seguirían hasta que los dos quisieran,
llegarían donde los dos desearan, pero siempre con la cabeza sobre los hombros y los pies en la
tierra...sin perder la perspectiva...
Y no podían, no debían enamorarse...porque su corazón ya era de
otros...
Pero lo que ellos dos aún no sabían es que sin compromisos, sin promesas ni juramentos, sin un hasta
que la muerte nos separe...ellos ya se habían entregado el alma....
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